El curioso caso de Benjamin Button es una historia corta escrita por el norteamericano F. Scott Fitzgerald. Fue publicada por pirmera vez en la revista Colliers en 1922 (años antes del Gran Crack de la Bolsa en los EEUU). La antología de sus cuentos, titulada Tales of the Jazz Age, recogería la ingeniosa historia ese mismo año. Los derechos de autor de la obra expiraron en 2010, hoy es de dominio público. Muchos llegamos a conocer la obra gracias a la adaptación cinematográfica que realizó David Fincher en 2009, pero en ese largometraje la historia original sufre algunos cambios; es por eso que hoy trato en mi cuaderno un resumen de este relato que tiene ya casi un siglo:
En el lejano año de 1860, nació un niño con la apariencia de un hombre de 70 años. Recién nacido ya podía hablar. Su padre invitó a los pequeños de la vecindad para que jugaran con él con sus juguetes, pero a Benjamin aquello no le divertía, simplemente obedecía a su padre para complacerle. A la edad de cinco años, Benjamin fue enviado a una guardería pero allí no duró mucho pues casi siempre se dejaba dormir durante las actividades infantiles. Cuando Benjamin cumplió 12 años, la familia Button se dio cuenta de que su hijo rejuvenecía, su apariencia de hombre viejo cambiaba cada año a la inversa. Al llegar a los 18, Benjamin quiso alistarse en Yale College, una universidad privada, pero fue rechazado porque todos pensaban que era un cincuentón chiflado. Entrado el año de 1880, cuando Benjamin tenía 20 años de edad, su padre le dio el control de su compañía, Roger Button & Co. Wholesale Hardware (venta al por mayor de ferretería). Benjamin conoció a la joven Hilderfarde Moncrief, hija de General Moncrief, y rápidamente se enamoró de ella. Hildergarde le tomó por el hermano de Roger Button, padre de nuestro personaje, pues su apariencia era la de un hombre que había llegado ya al medio siglo. Aun así, la joven prefería a los hombres mayores que ella y terminó casándose con él tras un noviazgo de 6 meses, todo esto sin conocer la verdadera naturaleza de Benjamin. El negocio familiar prosperaba con los años pero nuestro protagonista se empezó a cansar de Hildegarde, su esposa, porque su belleza se había marchitado y su carácter era ya el de una mujer mayor. Aburrido del hogar, se alistó en la guerra que enfrentó a los Estados Unidos de América y España, aquella de 1898. Pronto consiguió ascender al rango de lugarteniente. Al retirarse de la armada, recibió una medalla. De vuelta a casa, prosiguió con el negocio de su compañía, pero para entonces su extraña afección le había convertido en un joven. Era entonces el año de 1910 y Benjamin pasó el control de sus negocios a su hijo, Roscoe (un chico normal), y se marchó a estudiar a la Universidad de Harvard. Su primer año allí fue todo un éxito, destacó en el deporte de fútbol americano y de ese modo consiguió una pequeña venganza contra la universidad que le había rechazado años atrás, Yale. Pero, inexorablemente, los años transcurrían y Benjamin rejuvenecía cada vez más, ahora parecía que tuviera 16 años y le resultaba más complicado medirse con los deportistas más fuertes, los estudios se le hacían cuesta arriba. Consiguió graduarse y regresó a casa, justo para encontrarse que su mujer se había marchado a Italia. Se quedó a vivir con su hijo, del que recibía un trato severo, incluso éste le forzaba a llamarle tío. Con el paso del tiempo, Benjamin prosiguió su viaje a la niñez, ya no era un adolescente. Él y el hijo de Roscoe (el que en verdad es su nieto) iban juntos a la guardería. Tras esos años, nuestro héroe sentía que iba perdiendo lentamente la memoria de sus primeros años de vida. Sus recuerdos se desvanecían hasta el punto de que no podía recordar nada salvo a su niñera. Todo se oscurecía para él, su destino era morir como un bebé.
En la publicación de su antología de cuentos, Fitzgerald escribió que su relato se le había ocurrido al meditar sobre una frase del genial escritor americano Mark Twain: "Es una pena que la mejor parte de la vida ocurra al principio y que lo peor venga al final".
Sinceramente, y como opinión personal, me hubiera gustado que el escritor hubiera desarrollado la historia en una novela corta y no en un pequeño relato. Me resulta curioso que sus novelas más populares insistan en alargar un pequeño argumento en toda la obra (A este lado del paraíso, 1920) y que con esta, que gritaba "desarróllame", no lo hiciera. La que muchos consideran gran novela del autor es El gran Gatsby, 1925. No perdemos nada tampoco adentrándonos en su obra Suave es la noche, 1934.
Tanto la película como el relato original, ofreciendo diferencias, son recomendables, las disfrutarás.
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