En la fotografía superior encontramos a Russ Meyer (director de bodrios como Megavixens, 1976) y al afamado crítico de cine Roger Joseph Ebert. Foto extraída de Wikimedia Commons.
A lo largo de la historia del cine se ha dicho muchas veces
que el crítico de este arte es un personaje frustrado que no sabe
hacer nada. Efectivamente, en muchos casos es así. Déle usted la oportunidad de
rodar una secuencia a un afamado crítico de cine y su rodaje será un desastre.
Ponga usted a un crítico de cine al cargo de la iluminación de un plató de
rodaje y dejará sombras donde nadie las espera. Permita que escriba un guión y de ello resultará una historia llena de tópicos del cine que él está
acostumbrado a ver, por ejemplo, el cine negro. Pero puede haber algunas
excepciones, recuérdese al excelente director, guionista y crítico François
Truffaut (Los 400 golpes, 1959) o al bastante eficaz realizador,
guionista y antes crítico Daniel Monzón (Celda 211, 2009).
Es fácil encontrar el fallo de un producto terminado,
también es relativamente sencillo encontrar el acierto; esa suele ser la
tarea del crítico de cine. Lo difícil, lo extremadamente complicado, es llevar
a cabo un rodaje de cine y que el resultado sea de una calidad notable.
Hay críticos de cine que han elaborado bien una manera de
exponer sus pareceres, muchas veces se convierten en guías para entender mejor
ciertos largometrajes. Hay otros que se limitan a despotricar de todo lo que se
mueve, excepto de dos o tres rarezas que les ponen a ellos sobre un pedestal;
llegan a creerse superiores por saber apreciar, por ejemplo, algún filme maldito de Luis
Buñuel (todos conocemos casos).
El crítico cinematográfico puede ser un alma atormentada,
un incomprendido, un tipo que se suele enamorar fácilmente de las musas del
celuloide, y no me refiero a las que inspiran ideas para crear, sino a las que
inspiran amores imposibles.
¿Qué es un crítico de cine? Pregúnteselo a ese crítico, a
ese pobre crítico de cine…
Anuncio de AdSense: